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Despilfarro
Se desperdicia al día 30 mil ton de alimentos
Todos los días se desperdician en el país más de 30 mil toneladas de alimentos en buen estado, de acuerdo con cifras de la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos.
08/11/2012 Crónica
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Todos los días se desperdician en el país más de 30 mil toneladas de alimentos en buen estado, de acuerdo con cifras de la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos (AMBA).
Y según la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), si tan sólo se lograran rescatar dos terceras partes de esto que hoy termina en la basura, se acabaría en México la pobreza alimentaria —cuando familias no cuentan con ingresos suficientes para la compra de canasta básica y no satisfacen la ingesta de tres comidas al día.
“Bastarían dos terceras partes de las 30 mil toneladas para que se pudiera dar alimentación a todos aquellos mexicanos que tienen hambre, pero por no tener una buena estrategia de redistribución, se pierden”, admite Marco Antonio Paz Pellat, subsecretario de Prospectiva, Planeación y Evaluación de la Sedesol.
Hoy sólo se rescata poco más del uno por ciento de este alimento, alrededor de 340 toneladas por día… La red de bancos de alimentos (65 a nivel nacional) pudieron recuperar durante el 2011 cerca de 120 mil toneladas, es decir, 328 diarias, las cuales sirvieron para alimentar a un millón 300 mil personas.
Las huellas del desperdicio llegan a centrales de abasto, tiendas de autoservicio, restaurantes, hoteles, mercados e incluso a miles de hogares donde no se planifican compras ni consumos.
Y, por desgracia, llegan también al campo, a las zonas agrícolas, donde contribuyen las malas prácticas en la conserva, transporte y distribución de productos, y donde el intermediarismo y el desplome de precios derivan en cosechas desperdiciadas.
Del otro lado del espejo, en regiones serranas o montañosas, las comunidades marginadas —en especial indígenas— deben recurrir a ceremonias contra la escasez, a danzas en las cuales los adultos cuentan chistes tradicionales y bailan a ritmo de una tambora, mientras los niños ofrendan tortillas, calabaza y elotes a mayantli (en voz náhuatl): el hambre, para que se aleje ya.
Así es por ejemplo en Chiepetepec, Guerrero…
“Si las personas desperdician allá es porque tienen, porque son ricos, pero aquí tenemos muy poco: a veces frijol o quelite para comer del diario, ojalá el gobierno nos ayudara con algún buen plan, pero la triste realidad es que estamos abandonados, no hay compromiso con los pobres”, dice doña Reyna Hernández Gregorio, mamá de siete hijos y quien vive en la Montaña guerrerense. Su esposo es peón en un sembradío de milpas y gana 50 pesos diarios.
deuda. “Hemos avanzado en cinco de seis carencias sociales, pero el esfuerzo ha sido insuficiente en materia de alimentación, y duele que en un país rico en producción de alimentos, por no ponernos de acuerdo, haya alimento desperdiciado y hambre”, reconoce el subsecretario Paz Pellat.
Aunque hay bancos de alimentos que apoyan a comunidades alejadas e indígenas, el impacto es mínimo, reconoce José Antonio Magdaleno, director general de la AMBA. Acaso, dice, se beneficia al 10 por ciento de esa población, por los costos de redistribución, la dificultad logística y la dieta tradicional de esas poblaciones.
“El principal obstáculo es el costo de llevar el producto de donde sobra a donde más falta. El gasto se multiplica en ocho: ayudar a una familia de la sierra Tarahumara o de la Montaña de Guerrero, por ejemplo, significa dejar de apoyar a ocho familias en situación de pobreza urbana”, ejemplifica Magdaleno.
Otro de los escollos, afirma, es la falta de sensibilidad de algunos fabricantes o comerciantes:
“El industrial compra tráileres de fruta y verdura para procesar, y por cuestiones de calidad no toda es aprovechada; cuando el producto ya está en tiendas y el empaque o lata se golpea, nadie lo consume y regresa al fabricante, que prefiere destruirlo en vez de buscar un mecanismo para entregarlo a quien lo necesita”.
El problema se multiplica en la Central de Abasto, según Verónica Orduña, coordinadora de procuración de fondos del banco “Alimento para todos”, el cual opera ahí.
“Muchas veces los comerciantes no tienen conciencia de la realidad: se esperan hasta el último grado de maduración para vender el alimento y nos lo ofrecen ya cuando viene enmohecido o con gusano. Lo requerimos para consumo humano, no para propiciar enfermedades”.
Más del 60 por ciento de los bodegueros de la Central no se ha registrado en el programa de donaciones y, de acuerdo con estadísticas de la AMBA, se desperdician ahí casi mil toneladas de alimento al día.
Mari Carmen Enrubia, también de “Alimentos para Todos”, habla de dos ideales: uno, que las empresas del ramo alimenticio cumplan con el deber legal de reportar en la página del Servicio de Administración Tributaria (SAT) todo el alimento próximo a destruir, a fin de que los bancos puedan recuperarlo… Y que las autoridades diseñen un esquema “en el cual se les pueda obligar a los industriales a donar, soñar no cuesta nada y queremos que se dé, porque hay millones de personas sin nada en su mesa”.
EJEMPLOS. Aun en medio de la escasez, surgen historias como la de don Miguel Martínez Peralta, un indígena náhuatl de Chiepetepec, Guerrero, cuyas penurias en su época de jornalero en los campos de Sinaloa lo motivaron a abrir un comedor para los inmigrantes que bajan de la montaña a enrolarse con alguna compañía agrícola. Logró conformar una red de donadores oficiales y privados con la cual atiende todos los días al menos a 400 indígenas, a quienes les da almuerzo, comida y cena.
“Cuando los jornaleros salimos de los pueblos, si acaso traemos tortillas duras; en el camino nos morimos de hambre, la misma que nos obliga a emigrar, porque en nuestras comunidades no pasamos de sal con chile verde”.
—Y así surgió la idea del comedor…
—Sí, acá conseguimos alimento de donde sea y le damos a los compañeros frijolitos con huevo y arroz, sopa y un cafecito, pero todo bien calientito…
Testimonio
“Cuando los jornaleros salimos de los pueblos, si acaso traemos tortillas duras; en el camino nos morimos de hambre, la misma que nos obliga a emigrar, porque en nuestras comunidades no pasamos de sal con chile verde”