El hombre, para mantener la salud, necesita ingerir energía y aproximadamente unos 50 nutrientes, entre ellos los lípidos, que son el macronutriente con mayor valor calórico y esenciales para el organismo.
1. Introducción 2. The Oxford-Durham study: A randomized, controlled trial of dietary supplementation with fatty acids in children with developmental coordination disorder 3. Omega 3/Omega 6 fatty acids for attention deficit hyperactivity disorder: A randomized placebo-controlled trial in children and adolescents 4. Fatty acid status and behavioural symptoms of attention deficit hyperactivity disorder in adolescents: A case-control study
1. INTRODUCCIÓN
El hombre, para mantener la salud, necesita ingerir energía y aproximadamente unos 50 nutrientes, entre ellos los lípidos, que son el macronutriente con mayor valor calórico (9 kcal por 1 g de grasa) y esenciales para el organismo. Participan en diversas funciones: Forman parte de las membranas celulares. Vehiculizan vitaminas liposolubles y contribuyen a la absorción de éstas. Contienen ácidos grasos esenciales como el ácido linoleico. Son un agente palatable. Actúan en la regulación plasmática de lípidos y lipoproteínas (Moreiras y col., 2007).
Los lípidos comprenden un grupo heterogéneo de diferentes sustancias con algunas características físico-químicas en común. Son insolubles en agua y solubles en disolventes orgánicos como hexano, cloroformo o éteres (Sánchez-Muñiz FJ, 2007).
Entre ellos podemos mencionar los triglicéridos, los fosfolípidos y otros compuestos (esteroles, vitaminas liposolubles, colesterol).
Teniendo en cuenta su estructura química se clasifican en: ácidos grasos saturados (sin dobles enlaces), ácidos grasos monoinsaturados (con un doble enlace) y ácidos graso poliinsaturados (con más de un doble enlace).
Según la posición del primer doble enlace se definen tres series de ácidos grasos: omega 3 (el primer doble enlace en posición 3 desde el metilo terminal), omega 6 (en posición 6) y omega 9 (en posición 9).
La importancia de los lípidos en la nutrición no se descubrió hasta los años veinte, ya que, hasta entonces se pensaba que la grasa no desempeñaba un papel esencial en la alimentación.
Posteriormente, se comenzó a estudiar la relación existente entre la grasa consumida (cuali y cuantitativamente) y el riesgo de sufrir algunas enfermedades. En los últimos años se han estudiado fracciones lipídicas concretas por su importancia en la prevención de diversas patologías y trastornos (Ortega R, 2002).
El estudio de los ácidos grasos omega-3 se debe a sus efectos beneficiosos en la prevención de enfermedades cardiovasculares o del sistema inmune y en su importancia para el desarrollo del sistema nervioso y del crecimiento en general.
Entre los ácidos grasos estudiados, por su posible acción positiva sobre el organismo, encontramos la familia de los omega 3 [por ejemplo, el ácido docosahexaenoico (C22:6) y el eicosapentaenoico (C20:5)], que son ácidos grasos poliinsaturados esenciales, es decir, no pueden ser producidos por nuestro organismo, por lo que deben ser ingeridos a través de la dieta.
Dichos ácidos grasos omega-3 van a estar ausentes en la mayor parte de aceites y grasas que se consumen habitualmente. La principal fuente dietética para su obtención son los pescados.
El contenido de ácidos grasos omega-3 es diferente de unos pescados a otros. Los pescados azules contienen más grasa que los blancos, por lo que aportan mayor cantidad de omega-3.
Ayudan a reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular al influir en la disminución de los triglicéridos plasmáticos; son antitrombóticos, evitan la formación de coágulos, son antiinflamatorios, tienden a aumentar el colesterol comúnmente denominado “bueno” HDL y asi mismo son vasodilatadores. Además, mejoran el perfil lipídico y reducen la tensión arterial. Los ácidos grasos omega-3 también se relacionan con la prevención del cáncer y otras enfermedades inflamatorias y de la piel (Martínez O y col., 2007).
Los omega-3 son constituyentes de los fosfolípidos de las membranas celulares y forman parte de sus estructuras neuronales; por ello, durante estos períodos de rápido crecimiento y desarrollo sus necesidades se encuentran incrementadas y son esenciales para el normal desarrollo del cerebro y la función cerebral.
Muchos estudios relacionan el consumo de ácidos grasos omega 3 con la mejora en los trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
A continuación resumimos tres de estos trabajos.
2. THE OXFORD-DURHAM STUDY: A RANDOMIZED, CONTROLLED TRIAL OF DIETARY SUPPLEMENTATION WITH FATTY ACIDS IN CHILDREN WITH DEVELOPMENTAL COORDINATION DISORDER
El objetivo de este trabajo fue evaluar si la suplementación con ácidos grasos omega-3 y omega-6 en la dieta de niños con trastornos del desarrollo de la coordinación modificaba algunos comportamientos relacionados con los trastornos por déficit de atención e hiperactividad como: Destreza motora Capacidad de lectura y escritura Comportamiento Dificultades de aprendizaje medidas por los profesores (que habitualmente se asocian con trastornos por déficit de atención e hiperactividad).
La muestra estuvo formada por 117 niños con edades comprendidas entre 5 y 12 años.
La duración del estudio fue de 6 meses, divididos en dos periodos de tres meses cada uno. Los participantes se distribuyeron en dos grupos: el primero con tratamiento activo (60 niños) que consumió un suplemento con ácidos grasos omega 3 y omega 6, y el segundo, placebo (57 niños), que recibió un complemento similar con aceite de oliva. El comportamiento se midió por una escala CTRS-L que consta de 59 puntos que describen diferentes aspectos de la conducta del niño.
En relación a los resultados obtenidos durante los primeros 3 meses de tratamiento, en los que un grupo recibía el tratamiento activo y el otro el placebo, no se encontraron efectos sobre las habilidades motoras. Por el contrario, el grupo que recibía el tratamiento activo (omega 3 y omega 6) sí mostró importantes mejoras en la capacidad de lectura, escritura y en el comportamiento.
En la segunda parte del estudio, es decir, en los tres meses restantes en los que el grupo que consumía el placebo cambió a tratamiento activo, no se encontraron diferencias en el incremento medio de las habilidades motoras entre los dos grupos. Pero sí mejoras en relación a los otros aspectos estudiados, lectura y escritura. Los niños mostraron mejoras similares a las observadas anteriormente en los niños que recibieron tratamiento activo.
En términos de comportamiento, el grupo que comenzó con placebo y pasó a tratamiento activo, mostró reducciones en la escala CTR-L. Estos resultados fueron similares a los obtenidos por el grupo con tratamiento activo durante el primer periodo. Los niños que continuaron con el tratamiento activo durante seis meses mostraron alguna mejora en su puntuación.
Durante el tratamiento no se informó de efectos adversos, y la alta tasa de cumplimiento sugiere una buena aceptación de estos suplementos de ácidos grasos.
Los resultados de este estudio son prometedores, pero es necesaria la realización de más trabajos con los que comprobar si los resultados se mantienen a largo plazo. Por otro lado, es preciso trabajar sobre la dosis óptima para obtener resultados positivos.
Conclusión:De este estudio se deduce que el tratamiento con ácidos grasos, puede ser una terapia recomendable para mejorar la capacidad de lectura, escritura y el comportamiento de los niños con trastornos del desarrollo de la coordinación.
3. OMEGA 3/OMEGA 6 FATTY ACIDS FOR ATTENTION DEFICIT HYPERACTIVITY DISORDER: A RANDOMIZED PLACEBO-CONTROLLED TRIAL IN CHILDREN AND ADOLESCENTS
Como objetivo del estudio se evaluó si la suplementación con ácidos grasos omega 3 / 6 es eficaz para reducir los síntomas principales de los trastornos por déficit de atención e hiperactividad.
La metodología del trabajo fue muy similar a la planteada por Richardson y col., y la duración del estudio fue la misma.
Se diseñó un estudio aleatorio, que constaba de dos fases. La primera, de 3 meses de duración, comparaba un grupo con tratamiento activo, es decir que tomaba omega 3/6 (el suplemento incluyó 10,8 mg de vitamina E) frente a un grupo con placebo. En la segunda fase, también con una duración de 3 meses, el tratamiento activo de todos los participantes incluía ácidos grasos omega 3/6 y vitamina E.
La muestra final fue algo inferior a la del estudio de Richardson y col, y estuvo formada por 75 niños con edades comprendidas entre los 8 y los 18 años, de los cuales, 64 completaron la primera fase y 59 la primera y la segunda.
Los participantes estaban divididos en distintos subtipos: 35 de los participantes tenían un subtipo combinado y 40 de ellos un subtipo con déficit de atención, inatento. La investigación utilizó dos escalas de clasificación para medir los resultados, ADHD Rating Scale-IV y la Clinical Global Impression (CGI).
Resultados: al estudiar el total de participantes, durante los tres primeros meses la suplementación con omega 3/6 no fue más eficaz, estadísticamente, que el placebo. Es decir, la mayoría no respondió a omega 3 / 6 del tratamiento.
Después del segundo periodo de tres meses, tras 6 meses de estudio, el 47% de los participantes mostró una mejoría. Dicha mejoría estuvo más marcada en el subgrupo en el que predominaba el déficit de atención.
De estos resultados se desprende que el tratamiento con omega 3/6 puede ser especialmente eficaz en los niños con déficit de atención, y en el control motor, y de la percepción, un hallazgo que está en consonancia con los resultados del estudio de Richardson y col.
Los efectos secundarios al tratamiento fueron pocos.
Aún siendo una muestra pequeña, la conclusión de este estudio es que un subgrupo de niños y adolescentes con trastornos por déficit de atención e hiperactividad, que se caracteriza por la falta de atención y trastornos asociados del desarrollo neurológico, tratados con ácidos grasos omega 3 / 6 durante 6 meses, respondió con la reducción significativa de los síntomas asociados al trastornos por déficit de atención e hiperactividad.
4. FATTY ACID STATUS AND BEHAVIOURAL SYMPTOMS OF ATTENTION DEFICIT HYPERACTIVITY DISORDER IN ADOLESCENTS: A CASE-CONTROL STUDY
El objetivo de este estudio fue examinar las diferencias existentes en la dieta, sobre todo en lo que respecta a los ácidos grasos, entre sujetos con trastornos por déficit de atención e hiperactividad y en sujetos sanos. Por otro lado, pretendía determinar si esas potenciales diferencias podrían explicar las alteraciones encontradas en estudios previos a nivel de los ácidos grasos eritrocitarios.
Como objetivo secundario del trabajo se determinó la posible existencia de relación entre las concentraciones plasmáticas de ácidos grasos y alguno de los comportamientos específicos del trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
La muestra estuvo formada por 23 adolescentes (10-16 años), 11 de ellos con trastorno por déficit de atención e hiperactividad y 12 control. La distribución según sexo de la muestra no fue homogénea, ya que el número de chicos (n=15) fue superior al de chicas (n=8).
La recogida de datos se realizó dos veces durante el estudio. Entre ambos controles hubo entre 4 y 6 semanas de diferencia.
Los datos incluyeron determinadas pruebas físicas, como un estudio antropométrico y hematológico. También se realizó un estudio dietético consistente en un registro de alimentos durante 7 días. En el transcurso de las visitas también se realizó una evaluación del comportamiento utilizando la escala de Conners.
Los resultados del estudio mostraron algunas diferencias entre los patrones de consumo de alimentos de los adolescentes con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (n=11) y el grupo control (n=8).
Entre otras diferencias se observó que el grupo con trastorno por déficit de atención e hiperactividad consumía una dieta con un mayor contenido de energía (2652±458 kcal vs. 2.051±407 kcal, p = 0,009), proteínas (91±19 g vs. 73±17 g, p=0,049) e hidratos de carbono (357±68 g vs. 271 ± 60 g, p = 0,011) que el grupo control.
En relación al consumo de lípidos, el grupo con trastorno por déficit de atención e hiperactividad también realizaba un mayor consumo (99 ± 22 g vs. 77 ± 14 g, p = 0,013).
Es decir, en el grupo con trastorno por déficit de atención e hiperactividad el consumo de los tres macronutrientes era superior, por lo que también lo era el consumo de energía.
Al estudiar las distintas familias de ácidos grasos, el grupo con trastorno por déficit de atención e hiperactividad consumió más ácidos grasos saturados (38±9 g vs. 28±8 g, p= 0,027) y ácidos grasos trans (3,6±3,1 g vs. 1,3±0,7 g, p=0,038).
Por otra parte, la dieta de este grupo tenía una mayor tendencia al consumo de ácidos grasos monoinsaturados.
No hubo diferencias significativas en el consumo medio de omega 3 ni omega 6 totales entre los dos grupos.
En relación al consumo de micronutrientes, el grupo con trastorno por déficit de atención e hiperactividad, consumió una cantidad significativamente mayor (p <0,05) de vitaminas como la vitamina B1 (1,84±0,34 mg vs. 1,42±0,37 mg), vitamina B2 (2,34±0,70 mg vs. 1,54±0,36 mg) y minerales como el hierro (21,7±7,0 mg vs. 12,5± 3,4 mg) y el sodio (4001±931 mg vs. 3119±756 mg).
Se ha llevado a cabo la correlación de Pearson entre la dieta consumida y los resultados obtenidos en la escala de Conners, encontrando relaciones positivas y significativas entre ambas.
En relación con los parámetros hematológicos, en comparación con los controles, el grupo con trastorno por déficit de atención e hiperactividad presentó niveles significativamente más bajos de ácido docosahexaenoico (3,12±0,75 vs. 4,39±1,34, p = 0,012) y ácidos grasos omega-3 totales (5,79±1,39 vs. 7,42±1,64, p=0,018).
La relación omega-3/omega-6 también fue significativamente inferior en el grupo con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (0,17±0,04 vs. 0,23±0,06, p = 0,017).
Los parámetros hematológicos, así mismo, se han cruzado con los resultados obtenidos en la escala de Conners y en la ingesta dietética, encontrando también relaciones positivas y significativas.
Como conclusión de este estudio, pese al pequeño tamaño de la muestra, se observa una correlación significativa y positiva entre el consumo dietético de ácidos grasos y las peores puntuaciones obtenidas en las escalas de comportamiento, sin embargo los niños con menores niveles de ácidos grasos omega 3 fueron los que presentaron los niveles más alterados en estas escalas.
Es necesario realizar más investigaciones, con muestras de mayor tamaño, para comprobar por qué se obtienen estos resultados y si los suplementos con ciertos ácidos grasos tendrían efectos positivos sobre el comportamiento.
De forma general, según los datos de estos estudios, la combinación de ácidos grasos omega 3/omega 6 puede producir una mejora de los síntomas del trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
Fuente: FEN (Fundación Española de la Nutrición)
Comentarios y opiniones
Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad única y exclusiva de los participantes en el mismo.
Normas de uso: No está permitido enviar comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes. Reservado
el derecho a eliminar las opiniones que no sean acordes al tema.