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1. INTRODUCCIÓN.
Todos somos conscientes que en los
llamados países occidentales la edad media
de la población y la proporción de ancianos
están aumentando, y que lo va a seguir
haciendo al menos durante el primer tercio
del s. XXI. En este sentido, y por la repercusión
que va a tener al analizar la relación entre
envejecimiento y alimentación, este aumento
en la esperanza de vida está dando lugar a
un crecimiento aún más rápido de la población
mayor de 85 años, que se incrementará
hasta en seis veces en nuestro mundo occidental.
Este envejecimiento es el símbolo de
una de las más antiguas aspiraciones de la
humanidad: “vivir, si no para siempre, por lo
menos más años”, es decir, con el incremento
de la edad el deseo de mantener una buena
salud y funcionalidad o mejorar la calidad
de vida ha anulado el simple deseo de vivir
más tiempo.
El envejecimiento es un fenómeno
complejo que abarca cambios moleculares,
celulares, fisiológicos, y psicológicos. Los
problemas de salud y la declinación fisiológica
se desarrollan progresivamente. Sin embargo,
los efectos directos del proceso de envejecimiento
no parece que sean tan claros, y la
prueba más evidente es que personas muy
ancianas permanecen sanas siempre que su
estado de nutrición sea adecuado. Aún así,
hoy sabemos que cada vez hay un mayor
número de personas de edad que se vuelven
frágiles, que presentan disminución de la
función visual; aumento de las alteraciones
cognitivas y trastornos del equilibrio o
la marcha que afectan a su capacidad de
movimiento, factores todos ellos que pueden
limitar las posibilidades de adquirir y preparar
comida. Además, se produce una disminución
del apetito fundamentalmente debido a
una menor actividad física, a problemas
bucodentales o a trastornos del estado de ánimo, con el peligro potencial de que se
reduzca la ingesta de nutrientes esenciales.
De hecho, podemos afirmar que mientras
en los países pobres son los niños los que
más padecen desnutriciones, en los llamados desarrollados son las personas de edad las
más afectadas. Por tanto, las medidas preventivas
relacionadas con la Nutrición deberán
dirigirse no sólo a la prolongación de la vida
sino al incremento de su calidad, mediante
el mantenimiento de la funcionalidad.
Finalmente, debe recordarse que la gente no
llega de repente a los 70 años. Por tanto su
estado de salud a esta edad hay que contemplarlo
en el contexto de procesos a lo largo
de la vida, de tipo social, de conducta y biomédicos: la mayoría de enfermedades
tienen su origen en una edad temprana y en
su etiología se encuentran tanto aspectos
nutricionales como de estilo de vida.
Puede considerarse que la nutrición
interactúa con el proceso de envejecimiento
de varias formas:
1) La mayoría de las funciones corporales
declinan progresivamente a lo largo de la
vida adulta. La pregunta es cómo la nutrición
y formas de estilo de vida contribuyen a
empeorar o mejorar la pérdida de tejidos y
funciones ligadas a la edad.
2) La frecuencia de enfermedades crónicas
degenerativas se incrementa con la edad.
Existe clara evidencia de factores dietéticos
implicados en la etiología de estas enfermedades
que, a su vez, pueden beneficiarse de
una intervención nutricional.
3) La mayoría de las personas comen
menos a medida que la edad avanza y, en
consecuencia, las ingestas de nutrientes
pueden resultar más bajas que las recomendadas.
Una importante cuestión es si las
personas de edad tienen adecuado suministro
de energía y nutrientes para mantener y aún
mejorar su salud.
4) Con la edad, los aportes alimentarios
tienen un rendimiento metabólico menor y
el apetito tiende a disminuir. Por tanto, es
indispensable administrar al organismo los
nutrientes necesarios, sobre todo si el individuo
se mantiene activo.
5) Se hace necesario distinguir entre el
anciano sano y el anciano enfermo. En el
sano, la alimentación equilibrada debe ser suficiente para prevenir las subcarencias o
carencias nutricionales, y así retrasar el proceso
de envejecimiento y evitar la aparición de
enfermedades. En el individuo enfermo, el
frecuente aumento de los requerimientos
nutricionales no se suele acompañar del
paralelo aumento en la alimentación, lo
que provoca una disminución de las reservas
corporales y una mayor fragilidad del
organismo.
2. NUTRICIÓN Y ENVEJECIMIENTO.
2.1. Cambios en la composición corporal y metabolismo.
Con la edad hay un aumento de la grasa
en el organismo y una pérdida progresiva de
tejidos. Esta pérdida resulta muy significativa
en el músculo esquelético. La variación en el
contenido en el agua extracelular es también
muy significativo con la edad. En la
siguiente tabla se reflejan algunos cambios
en la composición corporal en relación con
la edad:
Con la edad se reduce la capacidad de
metabolizar los lípidos, y el metabolismo
proteico también se encuentra afectado.
Estos cambios en la composición corporal
tendrán una gran importancia en la distribución
de muchos medicamentos, que será
distinta a la del adulto, lo que tendrá una
gran importancia y repercusión en el
problema de las interacciones nutrientes fármacos
en las personas de edad.
2.2. Cambios en el tracto gastrointestinal.
El envejecimiento produce cambios
importantes a lo largo del tracto gastrointestinal:
en general, los procesos digestivos
y de absorción son más lentos, ya que hay
pérdida de la superficie de absorción, lo que
puede repercutir especialmente en la absorción
de vitaminas y oligoelementos.
2.3. Masticación.
Cuanto más vive la gente, mayor es la
posibilidad de pérdida de piezas dentales y
menor la de reemplazarlas con prótesis de
forma satisfactoria. Estas pérdidas son debidas,
generalmente, a enfermedades periodontales
cuya causa, a su vez, puede ser la baja relación
calcio/fósforo y las bajas ingestas de
vitamina D, asociado con osteoporosis. La
incapacidad para una masticación adecuada conduce a muchas modificaciones de los
modelos dietéticos, con una gran tendencia
a sustituir algunos alimentos. En primer
lugar, los problemas de masticación pueden
ocasionar insalivación inadecuada, con
disminución de la capacidad de absorción.
Por otro lado, se suprime o disminuye el
consumo de ciertos grupos de alimentos
con repercusión nutricional: las dificultades
de masticación conducen a tomar menos
frutas y hortalizas crudas, lo que produce
un menor consumo de fibra, con disminución
de la motilidad intestinal, problemas
de estreñimiento que se tratan de resolver
en muchas ocasiones con la utilización de
laxantes (aceites de parafina), los cuales
dificultan la absorción de vitaminas liposolubles;
también el menor consumo de frutas
y verduras crudas conlleva per se una
menor ingesta de vitaminas hidrosolubles.
Por otro lado, debido a los problemas de
masticación, también se suele observar una
menor ingesta del grupo de carnes, lo que
implica una menor ingesta de hierro hemo,
que puede conducir a anemia que, a su
vez, repercute en una actividad física
disminuida.
La evolución fisiológica de la dentición
es la siguiente:
Pérdida del esmalte dental hacia los
30 años, y afectación de la dentina a
partir de los 40 años.
Hacia los 60 años, se inicia el desgaste
de la superficie dental masticadora.
2.4. Disminución de los sentidos del gusto y olfato.
Con la disminución y/o modificación del
sentido del gusto disminuye el placer de
comer y se pierde el interés por los alimentos, dando lugar a una menor ingesta o a una
elección errónea de los alimentos. Con la
edad, hay además una pérdida progresiva
de papilas gustativas que afecta, fundamentalmente,
a la parte anterior de la lengua, es
decir, donde están situadas precisamente las
encargadas de detectar preferentemente los
sabores dulce y salado.
Todo lo anterior va a tener una gran importancia,
fundamentalmente si se considera la
importancia del placer de comer en las
personas mayores. La pérdida de sensibilidad
olfatoria empieza normalmente a los 60
años, e incluso más temprano, y es más
severa después de los 70.
2.5. Cambios en las funciones tisulares con la edad.
En general, sabemos que entre los 30 y
80 años el gasto cardiaco disminuye un 30%,
la circulación renal aproximadamente un
50%, e igualmente, el sistema inmunológico
decrece en su eficacia funcional con la
edad.
2.6. Cambios en el sistema linfático.
Entre todos los órganos, el hígado es
el que menos se afecta por el proceso de
envejecimiento, ya que si bien es cierto que
con la edad, las células hepáticas disminuyen
en número, también lo es que aumenta el
tamaño de las mitocondrias, por lo que la
función hepática en el anciano únicamente
se va a alterar gravemente cuando se pierden
muchas células.
2.7. Actividad física.
La disminución de la actividad física es
uno de los factores que más afecta al estado
nutricional de las personas de edad. Una
menor actividad va a provocar una menor
ingesta energética, lo que va a hacer difícil
en muchas ocasiones, la vehiculización de
nutrientes, especialmente vitaminas y
minerales. Es por ello que existe en la
actualidad un gran interés en transmitir a
las personas de edad la necesidad de que
mantengan un nivel de actividad física
acorde con sus posibilidades. Además, el
ejercicio físico realizado con regularidad
puede retrasar la aparición de algunos síntomas
que acompañan a las enfermedades
degenerativas, manteniendo la capacidad
funcional, paliando los cambios en la composición
corporal y, en definitiva, contribuir
a la autonomía y calidad de vida del individuo.
2.8. Interacciones nutrientes-fármacos.
Es éste un problema potencial especialmente
importante en las personas de edad,
por varias razones: como ya se ha comentado,
la función gastrointestinal disminuye con
el envejecimiento, por lo que al consumir
fármacos crónicamente, se entra en competición
por los lugares de absorción con los
nutrientes. Además, estamos hablando del
grupo de población que lógicamente consume
un mayor número de fármacos y, además,
cada vez durante más tiempo. La conquista
afortunada de una mayor esperanza de vida
en los países occidentales conlleva de manera
paralela un mayor tiempo de exposición a
fármacos que pueden tener una repercusión
nutricional muy variable. Por último, sabemos
que entre los nutrientes son las vitaminas las
que “sufren” un mayor número de interacciones
posibles y, precisamente, es en algunos de
estos micronutrientes en los que se observan
ingestas deficitarias en los países occidentales.
La utilización crónica de medicamentos
puede afectar a la nutrición de muy diversas
maneras: induciendo directamente pérdida
o estímulo del apetito, o también indirectamente
actuar sobre la ingesta mediante la
alteración del sentido del gusto, la inducción
de náuseas, vómitos, etc.; lesionando la
superficie de absorción intestinal de los
nutrientes; disminuyendo la utilización de los
nutrientes; aumentando la excreción urinaria.
Por todo ello, cabe pensar en la necesidad de
identificar la posible deficiencia nutricional
que pueda tener su origen en la interacción
(lo que se hace en muy pocas ocasiones), así
como posteriormente recomendar el consumode suplementos nutricionales o alimentos
fortificados que, en muchas ocasiones, aquí
sí estaría justificado.
3. FACTORES SOCIALES Y ECONÓMICOS.
Entre los muchos factores socioeconómicos
que pueden afectar a la dieta y, por tanto, al
estado de salud, debe destacarse el muchas
veces drástico abandono de la actividad
laboral; la pérdida de poder adquisitivo por
las pensiones percibidas; la falta de conocimientos
sobre lo que debería ser una
alimentación equilibrada y sana; hábitos
alimentarios muy rígidos con incapacidad
para adaptarse a nuevos alimentos y estrategias
modernas de mercado, etc. Además,
el aislamiento y la soledad conducen entre
los que viven solos, al consumo de comidas
fáciles o ya preparadas y recalentadas en
varias ocasiones, debido a la falta de motivación
de las mujeres o a la menor habilidad
culinaria de los hombres y, en el peor de los
casos, a una omisión del número de comidas.
No nos cabe duda, por tanto, que gozar de
apoyo social y comer en compañía mejora
el apetito, la ingesta, y en definitiva, el
estado nutritivo.
Por otro lado, las personas que viven en
instituciones realizan en las mismas todas
las comidas, y aún teniendo en cuenta las
lógicas diferencias entre instituciones, en
general no se suele seguir un criterio dietético
especial para este grupo de edad, con la
excepción de las dietas diseñadas para
patologías concretas. La consecuencia es
que en muchas ocasiones hay monotonía en
las comidas, olvidándose de la importancia de
mantener el placer de comer con la edad.
Añadido, y no menos grave, es el hecho
de que en la mayoría de las ocasiones las
comidas han sido preparadas con gran
anticipación a ser consumidas, con pérdida
de nutrientes, especialmente vitaminas por
mantener las comidas en caliente de manera
prolongada.
4. Malnutrición y enfermedad.
El retraso en la curación de una herida,
la aparición de anemia, la reducción de la
función cognitiva o la inmunosupresión,
pueden ser consecuencia de un estado de
malnutrición. Por otro lado, la aparición de
enfermedades degenerativas, propias del
envejecimiento, puede ser a su vez causa de
malnutrición.
La malnutrición está asociada con la
disminución de la masa y fuerza musculares
provocando, por tanto, una reducción de la
actividad física y un aumento de los trastornos
de la marcha y de las caídas. Asimismo,
ocasiona una pérdida de la respuesta inmune
del individuo, con el concomitante incremento
en el riesgo de complicaciones infecciosas,
las cuales a su vez agravan la situación
de anorexia, apatía y pérdida de peso, y con
ello la desnutrición.
El aumento de las necesidades nutritivas
por hipercatabolismo es también un mecanismo
que origina estados de malnutrición.
El proceso de hipercatabolismo puede verse
desencadenado por una enfermedad infecciosa
(hiperfunción de los linfocitos), una destrucción
celular (accidente cerebrovascular) o
durante una reparación tisular (tras una
fractura). Los principales indicadores de un mal
estado nutricional en las personas de edad
avanzada son: significativa pérdida de peso,
bajo o alto peso en relación con la talla,
significativa reducción de la circunferencia del brazo, incremento o disminución de los
pliegues cutáneos, obesidad, significativa
reducción de la concentración de albúmina
sérica, cambios significativos en el estado
funcional, ingesta inapropiada de alimentos,
concentraciones inadecuadas de vitaminas,
minerales o lípidos en sangre y otras alteraciones
relacionadas con la nutrición.
5. Características de la dieta saludable.
Todos los alimentos que ingerimos habitualmente
constituyen nuestra dieta. La forma
en la que cada persona conforma su dieta,
mediante la combinación de los distintos
alimentos, depende de muchos factores (psicosociales,
económicos, culturales, religiosos, etc),
lo que permite que exista una gran diversidad
de dietas que son variables según individuos,
países, días de la semana, estación del año,
edad, género, situación fisiológica, actividad
física, etc. Sin embargo, y a pesar de la diversidad,
todas las dietas son susceptibles de
ser valoradas y recibir la posible calificación
de sanas o saludables.
Una alimentación o dieta saludable es
aquella que hace posible el mantenimiento
de un óptimo estado de salud, a la vez que
permite la realización de las distintas actividades
físicas cotidianas y de trabajo. En términos
generales, podemos asegurar que las
características de dieta sana son:
- Que aporte la energía y los nutrientes
necesarios para evitar deficiencias
nutricionales.
- Que incluya alimentos que la persona
conozca y consuma habitualmente, es
decir, que mantenga los hábitos
alimentarios personales.
- Que sea palatable, agradable al paladar
y con buena elaboración y presentación
gastronómica.
- Que ayude a prevenir las enfermedades
crónicas.
En el caso concreto de las personas
mayores, también se ha hablado de
que la dieta debe contribuir en aspectos
de relación personal y de espacio lúdico.
Todas estas características se mantienen
en una dieta si, de forma más concreta, ésta
cumple los siguientes requisitos: ser equilibrada,
variada y moderada.
Dieta equilibrada es aquella que permite
el mantenimiento o mejora del peso corporal
(IMC= 20-25) contribuyendo al equilibrio
entre la ingesta calórica y el gasto energético.
Además, el perfil calórico o contribución
energética de cada uno de los macronutrientes
(hidratos de carbono, proteínas y lípidos) y
alcohol (si se consume) a la ingesta energética
total debe encontrarse en unos límites óptimos, de forma que se recomienda que:
- Las proteínas aporten entre un 10 y un
15% de las calorías totales;
- Los lípidos, no más del 30-35%;
- Los hidratos de carbono, al menos el
50-60% restante;
Si existe consumo de alcohol, su aporte
calórico no debe superar el 10% de las
calorías totales.
Dieta variada es aquella que incluye
alimentos de todos los grupos, sin excluir ni
abusar de ningún alimento en concreto, ya
que una de las reglas principales de la
dietética es aquella que indica que “ningún
alimento por si solo puede considerarse
beneficioso o perjudicial para la salud. Es la
frecuencia con la que esté presente en la
alimentación cotidiana y su contribución a
la ingesta nutricional lo que puede definir
un perfil o patrón alimentario más favorable
o desfavorable”. Por ello, existen unas cantidades
o raciones alimentarias recomendadas
de consumo diario, semanal u ocasional para
todos los grupos de alimentos.
Por último, dieta moderada es aquella
en la que existe una moderación de ciertos
nutrientes/componentes de la dieta, ya que
su ingesta excesiva podría conducir a patologías
de tipo crónico y degenerativo.
Específicamente, nos estamos refiriendo a:
- Los azúcares refinados o simples, cuyo
consumo no debe suponer más del
10% de la energía total de la dieta.
- Las grasas saturadas y el colesterol,
siendo su consumo recomendado un
7-8% de la energía total para las grasas
saturadas, y menos de 300 mg al día
en el caso del colesterol.
- La sal y el sodio, cuyo consumo no
debe exceder los 6 g al día para la sal y
los 2400 mg/día para el sodio.
- El alcohol y las bebidas alcohólicas,
que no debe suponer más 20-30 g
diarios o, lo que es lo mismo, unos dos
vasos de vino/cerveza al día.
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Autor/es
Fundación Española de la Nutrición (FEN)
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