Es un hecho bien conocido y aceptado que el consumo de café tiene efectos positivos sobre el grado de atención y concentración mental, la somnolencia matinal, el jet lag o la que se produce tras una comida copiosa en las primeras horas de la tarde.
1. Introducción. 2. Efectos de la cafeína en el sistema nervioso. 3. Café y conducción. 4. Café y rendimiento intelectual. 5. Bibliografía.
1. INTRODUCCIÓN.
Es un hecho bien conocido y aceptado que el consumo de café tiene efectos positivos sobre el grado de atención y concentración mental, la somnolencia matinal, el jet lag o la que se produce tras una comida copiosa en las primeras horas de la tarde. Estos efectos son debidos al contenido natural de cafeína de este producto y, junto al hecho en sí de su aceptación como bebida de agradable aroma y sabor, es una de las razones principales por la que consumimos café en diferentes horas del día. Nuestro estilo de vida, que no solamente abarca la mayoría de las actividades intelectuales y profesionales sino también las propias relaciones humanas, requiere un cierto grado de atención y concentración psíquica que pueden ser reforzadas por productos naturales como el café. Por otra parte, el consumo de café tras la comida del mediodía, incluso después de cenar, forma parte de nuestros hábitos gastronómicos, también cuando se prevé una siesta reparadora o el merecido descanso nocturno. Todo ello forma parte de nuestra cultura e indica un uso inteligente de los productos que nos ofrece la naturaleza.
2. EFECTOS DE LA CAFEÍNA EN EL SISTEMA NERVIOSO.
La cafeína, una substancia estimulante del sistema nervioso central (SNC), es el principal componente activo del café cuyos efectos han sido ampliamente estudiados en tanto a nivel de experimentación animal como humana. La cafeína produce sobre el SNC los mismos efectos, algunos de ellos subjetivos, que los psicoestimulantes clásicos, es decir, activación motriz, despertar (arousal) y efectos reforzadores.
En las dosis habituales tras la ingesta moderada de café o bebidas con cafeína, ésta actúa como antagonista de los receptores de adenosina, principalmente A1 y A2A. También puede producir la liberación de ión calcio de sus depósitos intracelulares e inhibir a las fosfodiesterasas, que son enzimas que degradan el adenosin-monofosfato cíclico. Estas últimas acciones, no obstante, requieren concentraciones de cafeína superiores a las que se necesitan para bloquear los receptores de adenosina. Sin embargo, a pesar de estas evidencias, no puede descartarse que algunos de los efectos de la cafeína sobre el SNC sean independientes del antagonismo sobre los receptores de adenosina. En este sentido, algunos estudios apuntan hacia la existencia de alguna predisposición genética cuando se trata de relacionar los efectos diferenciales de la cafeína sobre el estado de alerta en determinados individuos.
Un hecho importante por su potencial terapéutico es que el consumo de cafeína produce efectos más beneficiosos sobre la capacidad de atención y la memoria cuando éstas presentan alteraciones o disfunciones. Como ejemplo, la cafeína tiene efectos beneficiosos sobre la cognición en aquellas personas que están sometidas a estrés, fatiga o falta de sueño. Asimismo, se han observado efectos beneficiosos sobre la cognición de los individuos ancianos que, de manera fisiológica, presentan alteraciones asociadas a la edad.
3. CAFÉ Y CONDUCCIÓN.
El consumo de café tiene otros efectos beneficiosos que van más allá de lo comentado hasta ahora. Un buen ejemplo de ello es el efecto sobre la conducción de vehículos. Se considera que hasta el 20% de los accidentes de tráfico pueden ser debidos a trastornos del sueño. Conducir por la noche aumenta más de 5 veces la posibilidad de tener un accidente de tráfico. Sin embargo, muchas personas, por motivos profesionales o simplemente porque así lo deciden, conducen en horas en las que de manera natural disminuye la capacidad de atención. Esto da lugar a un serio conflicto entre las necesidades fisiológicas -y los biorritmos asociados a ellas- y las actividades sociales o laborales. Para contrarrestar esta situación, se adoptan medidas como las “cabezaditas” o la “siesta”, y la ingesta de bebidas estimulantes como el café.
Existen numerosos estudios sobre los beneficios del café en la conducción, algunos de ellos publicados en revistas médicas de gran prestigio. Así, un estudio del año 2006 realizado en condiciones reales de conducción nocturna en una autopista durante 200 km concluyó que una sola taza de café (en este experimento el contenido de cafeína era de 200 mg por taza de café), en comparación con la ingesta de un café descafeinado o una “siesta” de 30 minutos, produjo menor somnolencia, estado de fatiga y, lo que es más importante, un menor número de errores en la conducción. En efecto, el 75% de los individuos que habían tomado café no cruzaron la línea media de la carretera en comparación con el 66% de los que hicieron una siesta previa de 30 minutos o el 13% de los que tomaron un café descafeinado. Si bien los porcentajes son elocuentes, los análisis estadísticos demostraron diferencias significativas.
Tras el experimento descrito más arriba, los pacientes durmieron en un laboratorio especializado en el análisis del sueño, el cual no se alteró en función del grupo asignado. Un estudio posterior realizado por el mismo grupo de investigadores demostró que los efectos del café sobre la conducción eran independientes de la edad de los sujetos.
Estas observaciones tienen claras implicaciones prácticas: antes de conducir por la noche, dormir 30 minutos o tomar un café (sin duda, la medida más práctica es la segunda) evita errores que pueden tener graves consecuencias. Por otra parte, en las condiciones habituales de conducción diurna es recomendable realizar descansos cada 2 horas que pueden complementarse con una taza de café. Además, como los efectos de la cafeína sobre la somnolencia matinal tras una privación de horas de sueño son muy evidentes, también es recomendable el consumo de café en la conducción diurna. Por lo tanto, en general, la ingesta de café nos ayuda a estar más despiertos y atentos, pero también nos puede salvar la vida en la carretera.
4. CAFÉ Y RENDIMIENTO INTELECTUAL.
El rendimiento escolar es uno de los temas más importantes en el ámbito de la educación. En este sentido, los estudiantes universitarios que ingieren café antes de una clase refieren una mayor concentración y alerta durante la misma, tal como han demostrado ensayos clínicos específicamente diseñados.
Una de las disfunciones psiconeurológicas más conocidas del desarrollo infantil y juvenil, causante de alteraciones cognitivas, es el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) que, en muchos casos, es tratado mediante fármacos psicoestimulantes, como el metilfenidato, relacionado con el grupo de las anfetaminas. Estudios epidemiológicos han señalado que la incidencia de TDAH es menor en países con mayor consumo promedio de café y otras bebidas con cafeína. Además, si bien se trata de observaciones clásicas, la cafeína se ha contemplado como una opción terapéutica para tratar el TDAH. Sin embargo, los resultados obtenidos hasta ahora no han sido concluyentes, debido a las dificultades en establecer una posible pauta de administración de la cafeína, puesto que su perfil farmacocinético es poco conocido en niños, en general, y en sujetos con TDAH, en particular.
Como dato de interés, estudios experimentales recientes confirman que la cafeína en los niños ejerce un efecto similar que en los adultos sobre algunas funciones neuropsicológicas relacionadas con el estado de alerta. Sin embargo, una de las consecuencias negativas es que algunos adolescentes, conscientes de estos efectos, ingieren bebidas enriquecidas con cafeína durante el ocio nocturno, con lo que disminuyen sus horas de sueño.
Otra cuestión importante, desde el punto de vista práctico y de lo cotidiano, es la interacción de la cafeína -contenida en el café o en otros tipos de bebidas como las de cola y las energéticas- y el alcohol. Se ha comprobado que el alcohol disminuye los efectos de la cafeína sobre la mejora de la atención, de manera que los sujetos que ingieren ambas substancias tienen un menor rendimiento neuropsicológico. El tradicional “carajillo”, muy popular entre algunas personas de nuestro país, no es, en consecuencia, una buena combinación de bebidas.
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Autor:
Mariano de la Figuera.
Fuente: EDIMSA
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